Nada más salir del ascensor, una camarera ataviada con un yukata nos acompaña a nuestra mesa, la cual está situada en una habitación reservada donde antes de entrar tenemos que despojarnos de los zapatos, pues el suelo es tatami y no se puede pisar. Uno de mis compañeros, que se defiende con el japonés, le pidió que la mesa tuviera espacio por debajo para no tener que estar sentados al estilo japonés (que es bastante incomodo).
La ceremonia que tienen las camareras es digna de mención. Con la puerta corredera, cada vez que la abría lo hacía de rodillas, después se levantaba, entraba y volvia a arrodillarse para cerrar la puerta. Le pedimos que nos explicara cómo hacernos la comida, porque el shabu-shabu consiste en coger un trozo de carne que te sirven crudo y darle muy pocas vueltas en una olla y luego colocarlo en un cuenco con una salsa. También te sirven una gran variedad de verduras, setas y un tipo de alga, que introduces en la olla y las dejas cocer durante un par de minutos.
Este plato es muy similar a otro que también se prepara en Japón llamado Sukiyaki. En esencia es muy similar, aunque se diferencia en que el sukiyaki se cuece la carne a la vez que la verdura y luego se pasa por un cuenco con huevo batido.
El único inconveniente que tiene el restaurante es el precio, que sin ser barato, se dispara cuando pides una cerveza. El precio por cerveza ronda los 5.50€.
Me encanta |
Un uruguayo, una japonesa y un catalán |
La vista que teniamos |
Los tres hispanos |